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Anji
Carmelo es una filipina de ascendencia española
que vive aquí hace largos años. Ayuda a vivir
mejor a enfermos de cáncer y a personas en duelo
tras la muerte de un ser amado (= 93 589 54 39).
Ella sonríe, escucha, es receptiva a los males
del alma... En el libro “Déjame llorar”
(editorial Tarannà) argumenta lo muy benéfico
que resulta un periodo de duelo bien vivido, y
enumera las trabas que pueden interferir el
proceso de recuperación de una vida de nuevo
gozosa: “Es frecuente culparnos por lo que
hicimos... o por lo que no hicimos; o
instalarnos en el confortable papel de
víctima...”, apunta. En sus grupos de duelo,
todos los participantes expresan todo lo que les
tortura, y su rabia, y su queja.., “y nadie les
juzga por ello”. Y, poco a poco, ese dolor abre
puertas a una luz nueva
-¿Qué
es el duelo?
–Es ese periodo de tiempo durante el que
procesas el dolor que te ha infligido la muerte
de un ser muy querido.
–Un dolor emocional...
–¡Y también físico! Puedes sentir abatimiento,
punzadas en el ombligo y hasta sentir síndrome
de abstinencia de cada ruido, olor, forma, tacto
del ser que se ha ido...
–¿Abstinencia? ¿Igual que de una droga?
–Sí. Tus ojos echan de menos el ver al otro en
el sofá, tus oídos echan de menos el escuchar su
voz o aquellos ruidos que hacía por la casa...
¡La necesidad física es tan grande que, a veces,
hace que tú veas u oigas todo eso!
–¿Qué puede hacerse en esa situación?
–Que alguien te explique que existe esa angustia
física (que se suma a la angustia emocional y
mental). No saberlo puede dificultar el proceso
de duelo hacia la recuperación...
–¿Y
cómo es ese proceso de duelo?
–Tiene cuatro fases. La primera es la del shock:
lo sientes todo como amortiguado, distante,
lejano... ¡Como si actuase un barbitúrico
natural para algodonar tu dolor!
–¿Y qué pasa después, en la segunda fase?
–No escuchas. Necesitas hablar y que te
escuchen. Necesitas expresar tu dolor con
palabras, lamentos, gemidos, llantos... En cada
sesión de mi grupo de duelo doy un rato a cada
participante para expresarse...
–¿Grupo de duelo? ¿Qué es eso?
–Una reunión periódica de personas que sufren
porque han perdido a alguien. Ese contacto les
alivia y les ayuda a avanzar bien en su duelo, y
les ayudo a llegar al renacimiento.
–¿Qué
renacimiento? ¿Quién renace?
–Esa persona hundida en su sufrimiento.
“Renacimiento” es como yo llamo precisamente a
la cuarta y última fase del duelo...
–Pero nos hemos saltado la tercera fase...
–Sí, es cuando empiezas ya a escuchar: es una
fase en la que entras y sales del dolor,
alternativamente, y eres consciente de ello. Ahí
puedes escuchar, y aprender de tu dolor.
–Pero el dolor... ¿qué puede enseñarme?
–¡No aceptar el dolor es sufrir! Si lo aceptas,
te fortalece. Descubre áreas ignotas en ti.
–Y... ¿cómo se salta al “renacimiento”?
–Si has expresado todo lo que hay que expresar,
y si ya admites a ese nuevo ser que en ti ha
nacido del dolor, ¡es cuando renaces!
–¿A qué
nuevo ser se refiere?
–Tras la experiencia de dolor, tú ya no eres el
que eras antes. Jamás volverás a ser el que
fuiste: eres otro. ¡Un ser nuevo! Si lo admites
y admites que tu vida puede mejorar (aunque no
esté esa persona querida), ¡renaces!
–Suena fácil, sí, pero si a alguien se le
muere un hijo, esto debe de ser muy difícil...
–¿Difícil? ¡Es heroico! ¡Con ese dolor, abrir
los ojos cada mañana es una heroicidad! Esos
padres no saben verlo en ese momento, pero son
verdaderos héroes. Al final, sentirán a su hijo
dentro de ellos, más cerca que nunca, y vivirán
una vida nueva con él.
–¿Cuánto tiempo tiene que transcurrir?
–Cada persona necesita su tiempo. Un año, dos...
¡Pero que nadie se sienta culpable si llega
antes! El tiempo de duelo no es el barómetro del
amor que sentías por alguien.
–¿Qué
técnicas pueden ayudar a “renacer” a quien sufre
tras la muerte de un ser amado?
–En verdad, se trata de sentir cariño por uno
mismo. Y el grupo de duelo ayuda a eso.
–¿Una pérdida afecta a la autoestima?
–Verá: muchas personas no sienten en verdad
cariño por sí mismas. Basan su autoestima en el
cariño de otros, del otro. Y si ese otro
desaparece, ¡ay! ¡Adiós autoestima!
–¿Y cómo ayuda usted a recomponerla?
–Les digo: “Vamos, ahora que cada uno elogie
tres cualidades de cada uno de los demás”. Y se
emocionan... Es muy bonito.
–No solemos oír cosas bonitas de nosotros.
–No. Y digo yo: ¿qué nos costaría hacer eso
mismo cada día con todo el mundo?
–Ya, es que somos un poco cabroncetes...
–Inténtelo, ¡y verá qué poder tiene eso para
transformarlo todo! ¡Es muy contagioso!
–Hábleme de alguna persona cuya actitud
durante el duelo le pareciese ejemplar.
–A una mujer le mataron a su hija en Sudamérica.
La chica, cooperante, daba dinero cada día a
unos y, un día que no tenía, la asesinaron
brutalmente. En el funeral, aquí, ¡la madre
pidió que rezáramos por los asesinos!
–Rezar por los asesinos de su propia hija...
–Sí: ¡esa mujer ve el mundo con amor! ¡Esa mujer
confía en la vida, sin odio, sin juzgar,
entiende al ser humano en su totalidad!
–Confiar en la vida... ¿En qué consiste eso?
–Te pase lo que te pase, no te preguntes ¿por
qué?, sino ¿para qué? ¡Esa actitud es confiar en
la vida! Es estar convencido de que todo es para
bien, de que no hay mal...
–¿... que por bien no venga?
–¡Eso! El día que lo entendí, todo cambió:
entendí de veras el “hágase tu voluntad”...
–Pero usted, ¿cómo soporta tanto dolor a su
alrededor cada día... sin deprimirse?
–¡Yo no creo en la tragedia! No veo tragedia en
la enfermedad, en la muerte: las acepto. Por eso
puedo ayudar. Y sé que la persona que sufre
saldrá fortalecida de su dolor...
–¿Cómo puedo prepararme para la muerte
–espero que lejana– de mis seres amados?
–¿Los amas? ¿Les dices que los amas? Hazlo,
díselo ¡hoy! ¿Tienes asuntos pendientes con
ellos? Resuélvelos ¡ahora! ¿Por qué lo dejas
para mañana? A los seres amados, ¡vívelos! Tu
presente con ellos, ¡vívelo bien!
–¿Y si soy yo el que muere... esta noche?
–Es bueno planteártelo... Respóndete: ¿qué no
quisieras dejar pendiente? ¡Acomételo! Ah, y
vive. ¡Uno muere igual que vive! Si gozas de tu
vida, de tu presente, gozarás de tu muerte.
¡Vívete! Una vida bien empleada proporciona una
muerte feliz. Ah, y si tienes claro cómo quieres
morir, así sucederá.
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