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¿Qué es lo que ES, que yo sé que ES, y sin embargo no es?

@ Michèle Jolibert

 

+ mmj@tinet.org

 

Agosto 2006

 

 

 

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Hoy me piden que escriba sobre “espiritualidad” y me invade la inmensidad, porque ¿dónde me agarro? Es como pedir que la conciencia se limite al nivel de la mente y sin embargo ¿cómo entendemos la conciencia sino a través de ella?

Haciendo vacío, siento que la espiritualidad es emitir en una frecuencia, es profundidad y sonido, es ojos y voz, es un estado de ser y una forma de vivir. De pronto me aparece que puede volverse también como una manera autista de hacerse presente, es disgregarse, es el humo del fuego, es la nube en el cielo, es el agua entre los dedos y la infinidad de matices del prisma de colores, es la fuerza henchidora de mis pulmones y el vacío del expir, es el pulsar de la vida en las sienes  y la capacidad de expansión del sentir.

Pues la espiritualidad reside en nuestros sentidos.

Cuando hemos sido suficientemente valientes como para dejarlo todo a favor de vivir apasionadamente para y por ese “ES” y hacer que se instale permanentemente en nosotros, descubrimos que en realidad somos la única fuente de ese mismo”ES”.

La espiritualidad es como el agua y ¿dónde se originó el agua? Como el agua hay tantas formas de espiritualidad como de agentes emisores.

Conozco a personas  que consiguen ser espirituales a través de una práctica férrea: seis a ocho horas de zazen semanal, dieta, pulcritud en sus maneras y rigor en sus hechos y palabras, el peso de la Presencia se hace notar en cada gesto.

Otros niegan esta Presencia, pero parecen tener el dominio de la vida, son magos, generosos, atentos, entregados pero no se llaman a sí mismos espirituales sino vividores. Para mí lo son porque asimilo su espontaneidad a mi manera de entender la espiritualidad. Pues la Presencia lo envuelve y arroba todo y es para sí-misma su propia recompensa. No intenta ir a ninguna parte; y si yo intento ir ya la interrumpo, pues es quieta movilidad. Subyace en La Presencia un sentimiento ligero de riesgo y de serenidad a la vez y se impone una pasividad muy sutil.

¿Porqué riesgo? Porque si abandonamos lo que es a favor de LO QUE ES, entramos en un lugar de des-conocimiento: la unicidad, pues cuando hay Presencia, el ego y sus expectativas, sus prejuicios, sus esfuerzos,  ha dejado de existir. Lo que muere es la sustancia de la separatividad: el sentimiento de una identidad personal.

¿Quién se arriesga y quién puede  presumir ser más espiritual que otro? ¿Existe un baremo de valoración? A más alta frecuencia emisora, menos eco pues se nutre de silencio y de soledad.

¿Cómo decía Lao Tse? : “Se amasa la arcilla en forma de jarro, pero sin su vacío interno, ¿ qué uso tendría?”

Sentimos nuestro cuerpo como receptor de este vacío, el que le da vida, porque en realidad, la muerte no es más que la vuelta de este vacío al gran vacío donde se originó.

Pero yo iría más lejos: de hecho la espiritualidad es primero una liberación de la psique pero que solo podría ejercer su función una vez acogida por una entidad que le aportara su complementariedad, dándole como una fijación en el vacío. Se suele decir que lo que diferencia el esquizofrénico  del místico es que el primero se hunde mientras el otro sigue nadando. ¿Sería ese punto, tan diminuto y a la vez tan enorme, nuestra fijación, nuestro eje de cristal?

Y entonces ¿qué es?

Cuando decía más arriba que asemejo la espiritualidad al autismo es que hay una sensación parecida, es decir, de ausencia sujetiva, es como si tomáramos conciencia de la existencia a través de otra Existencia, sin asumir la nuestra propia como diferente de la Otra. Existe una pérdida de identidad pero que no afecta al comportamiento. Es una abdicación del ego, una reverencia a la Vida.

Es una dimensión trans-personal, desde luego, es el encuentro con Lo Sagrado. Lo sagrado se experimenta, no tiene necesidad de palabra  “El Tao que se nombra no es el Tao”.

Disertar sobre lo sagrado, es ir en círculo a su alrededor, intentando aproximarse al él. Su dimensión es el instante vivido. No necesita del mental para ser asido pues necesariamente requiere que ese mismo sea abandonado. Nace en el silencio de la atención consciente cuando el ser se hace receptor y penetra el instante.

Marie-Madeleine Davy decía que «todo silencio equivale a un más allá, a una ascensión” y que “el paso por el desierto interiorizado engendra una apertura al vacío (béance)”.

Y es así: el sentido de Lo Sagrado irrumpe en la vida, la vuelve más ligera, más “afinada”. El tiempo se difumina en su duración, se vuelve eterno siendo efímero...

Pero seguimos siendo duales, es lo propio de la encarnación. Si considero - y ahora nos hemos vueltos conscientes a ello por medio de la física quántica - que somos co-autores de nuestra propia realidad - ¿quién hace a quién? “Si no me preguntan, lo sé. Si me preguntan, no lo sé”. decía un sabio budista.

Yo sé que esa resonancia de libertad, de espacio y de celebración constante que constato a cada acontecimiento, por muy pequeño que sea, aunque fruto de mi mente, no se origina en mis dendritas por la voluntad de mi pensamiento, sino que la elongación de mis dendritas me permite “captar” lo que existe más allá de mi pensamiento.

Para ello debe existir un despertar de la conciencia que, a su vez, origina un pensamiento totalmente diferente de nuestras fantasías mentales habituales. Para ello debe desarrollarse nuestra sensibilidad. Ella y ella sola permitirá que esa facultad quintaesencial de percepción innata se extraiga de nuestro raciocinio intelectual. La verdadera sensibilidad brota de la inteligencia del corazón; nos permitirá captar las ondas de energía que nos rodean y nos devuelven a nuestro lugar en la armonía del Universo.

No hay nada más que buscar y ES ya un volver a casa.

 

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